Ocurrió en Jacksonville, en el estado de Florida, Estados Unidos. Un dentista infantil llamado Harold Schneider, de 78 años de edad, atendía en su consultorio privado a una gran cantidad de niños que iban hasta allí con sus padres, buscando atención profesional y segura.

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Sin embargo, lo que parecía ser un consultorio común y corriente era en realidad una auténtica “casa del terror”. Con el tiempo comenzaron a circular terroríficas historias acerca de las consultas en donde los pequeños pacientes eran las víctimas.

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