Emocionado, Eugenio explicó por qué este sacrificio diario es tan importante: “lo hago por el amor que les tengo a los chicos. Son el futuro y yo debo luchar para que las enseñanzas lleguen a ellos. Somos dos los profesores los que enseñamos aquí a unos 15 niños. Con mi compañera María Benítez decimos que dejarles sin darle clase sería para nosotros algo terrible, por eso cruzar ese ‘lago’ es algo que lo hacemos con gusto”, dijo. “Imaginate, son niños con hambre de aprender. En el 5º grado tengo un alumno y en el 6º, dos. ¿Cómo no voy a luchar por ellos?” agregó.

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El camino hasta la humilde escuelita donde trabaja no es nada fácil y en muchas ocasiones significa arriesgar la salud. El docente comentó que sufre dolores de panza a diario, y además debe esquivar animales peligrosos durante la caminata. “Hoy se me cruzó una víbora en medio de las piernas. Me asusté muchísimo. No podía acelerar mis pasos por el agua, pero por suerte no me hizo nada”, relató.
Sin embargo, nada detiene a este valiente hombre cuya vocación lleva en el alma y está dispuesto a todo por sus pequeños estudiantes. “Sé que el riesgo está ahí, pero a mí no me mueve el sueldo mínimo que gano, sino esas ganas de ver que los niños aprendan. Solamente eso importa. Y es eso lo que muchos deben aprender. Estos niños son para mí el motor que me mueve día a día”, finalizó.
¿Qué opinás de este valiente profesor?

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