Fue entonces que a sus 89 años, don Fidencio volvió a la vieja rutina de trabajo: se levanta temprano todos los días y no regresa a casa hasta las 8 de la noche. Durante 10 horas recorre las calles de La Villita ofreciendo sus helados.

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Pero un día la historia de este hombre tuvo un giro inesperado. Un muchacho llamado Joel Cervantes lo vio mientras empujaba su carrito de helados con mucho esfuerzo. Esta escena le impactó tanto que decidió hacer algo al respecto.

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