Nada es más importante para un millonario que comer productos de calidad: «Trabajo para un hombre rico que una vez me hizo volar en un jet privado hasta la otra punta del país para recoger 6 fresas perfectas de una variedad tradicional que cuestan 100 dólares por un paquete de seis. Iban envueltas en seda china en una caja a mano para que no se estropearan durante el viaje. Se comió 3 y me dio el resto por las molestias… No voy a mentir, fue la experiencia de fresas más increíble de mi vida».

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Y aunque no sepan mucho de arte, de todos modos intentan lucirse: «Uno de los amigos del instituto de mi padre es increíblemente rico y coleccionista. Tiene un Stradivarius verdadero. Un día, decidió que quería aprender a tocarlo. Así que se apuntó a clases y llevó el puto Stradivarius con él a la tienda de música local para conocer al profesor y recibir su primera clase».

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