Las células que contenían los genes paternos se acumulaban en áreas relacionadas con la supervivencia (sexo, alimentación y agresividad), pero no se encontró ninguno de ellos en la corteza cerebral, que es donde se desarrollan las funciones cognitivas más avanzadas (inteligencia, el pensamiento, el lenguaje y la planificación).

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Pero la inteligencia no es 100% genética. El entorno, las relaciones afectivas y la estimulación intelectual ayudan a los niños a desarrollar sus capacidades intelectuales. Es por eso que las mamás tienen un papel muy importante en este aspecto, a través del contacto físico y emocional con sus hijos.

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