Resulta que su hijo no para de hacer berrinches en cada reunión, se queja por todo y no los deja conversar en paz. Yo sé que cuesta admitirlo, pero si alguna vez te sucedió, esta serie de consejos puede ayudarte a mejorar la relación con esa terrible criatura.

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Y no, no se trata de meterlos en un barco y mandarlos a Japón (aunque ganas te sobren). La solución es mucho más simple y solo se trata de aprender unos cuántos trucos para convivir en armonía con el travieso pequeñín.

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