Desde hace mucho tiempo, los adultos tienen la costumbre de obligar a los niños a saludar “a la gente grande” con besos y abrazos aunque ellos no quieran. Seguramente te habrá sucedido cuando eras pequeño, pues es una práctica muy habitual y de hecho estamos tan acostumbrados que nosotros mismos forzamos a nuestros hijos, sobrinos o hermanos menores a hacer lo mismo.

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Por lo general, se cree que si un niño no responde a las muestras de afecto de una persona mayor al saludar es “caprichoso” o “maleducado”, y por esa razón los padres le exigen que bese y abrace “como debe ser” a sus tíos, abuelos o vecinos.

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