Una vez que son teñidos, los animalitos son puestos a secar y esperan el momento de su venta hacinados en pequeñas cajas.
Muchos de ellos ingieren el líquido tóxico y mueren inmediatamente. Los que logran sobrevivir, solo resisten por algunos días más.
Incluso, para hacer a los pollitos más “simpáticos”, ponen en sus cabecitas unos diminutos gorros que los pegan con silicona caliente. Una verdadera tortura para los pobres animales.
Finalmente, los pollos son vendidos a los niños en las ferias como simple juguetes descartables. Esta práctica lleva vigente varias décadas y no parece que vaya a terminar pronto. Es por eso que debemos enseñar a nuestros pequeños lo terrible de esta costumbre. ¡De nosotros depende el cambio!
Fuente: okchicas.com¿Ya estás registrado? Hacé click aquí.
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