Doña Rafaela García tiene 65 años y desde hace 50 recorre las calles de Itauguá ofreciendo menudencias casa por casa, siempre junto a su fiel compañero de trabajo: un manso burrito que no la deja sola ni a sol ni a sombra. Con el semblante tranquilo y sus manos fuertes, esta trabajadora lleva con orgullo el nombre de “burrerita”. “La verdad que no me veo haciendo otra cosa. Nací para esto. Seré burrerita hasta que Dios diga basta”, afirmó.

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Ña Rafaela comentó que se inició en este trabajo a los 15 años acompañando a su madre, ña Modesta. “Ella ahora tiene 91 años y por su edad, pese a que tiene mucha salud, ya no sale a recorrer, yo sí salgo todos los días, de ella aprendí todo”, relató. Por otro lado, dijo que este humilde trabajo le permitió sacar adelante a su familia. “Mucho ya recorrí. Con este trabajo amongakuaa (hice crecer) a mis 10 hijos (una ya falleció), siendo madre soltera. Gracias a Dios, hoy ellos también me ayudan (…) Hay muchos que se me acercan y quieren comprarme mi burro, pero ni por nada del mundo lo voy a vender. Sin él no soy nada”, sostuvo.

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Es así que hasta el día de hoy, cada mañana doña Rafaela se levanta a cumplir con su labor. Según afirma, ya no quedan burreritas en la ciudad y ella es la única que aún mantiene el oficio. “Hacer esto me mantiene con vida”, finalizó la “cuña guapa”. ¿Qué te pareció esta emotiva historia?