Hay que admitirlo: dormir es uno de los hábitos más placenteros que existe. Luego de un largo día de trabajo nada es mejor que llegar a casa, reencontrarnos con la cama y viajar al mundo de los sueños para descansar profundamente.

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Las siestas -esos reconfortantes descansos a mitad del día- también son todo un placer, sobre todo cuando terminamos de almorzar y el cuerpo solo nos pide cerrar los ojos y echarnos panza arriba por un rato. Pues bien, si creías que este hábito era pura holgazanería, la ciencia nuevamente trae una información que te va a sorprender.

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