La vida está llena de historias de héroes anónimos, de personas que, sin esperar nada a cambio, día a día ofrecen lo mejor de sí. Por lo general, estas personas no nacieron en cunas de oro ni son herederos de apellidos aristocráticos, sino más bien, son personas que vivieron mucho tiempo ignorados por la sociedad, personas que conocen el lado duro de la vida y se comprometen a mejorarse para mejorar la vida de otros.

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Esta es la historia de Agustín, Pedro y Óscar, tres chicos que forjaron su amistad frente al ex Hospital de Clínicas. Cuando eran niños, se deban cita en el lugar para vender cosas y ofrecer servicios, a cambio de llevar el sustento a la casa. Agustín vendía periódicos, Pedro era un dedicado lustrabotas y Óscar vendía caramelos, además de lavar los autos de profesores y alumnos que asistían a la Facultad de Medicina.

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Los tres niños tuvieron que dejar de lado la diversión para llevar el pan a casa, pero el trío compartía el mismo sueño. De ver a tantos señores envestidos de bata blanca, acostumbraban decir que alguna vez, ellos también salvarían vidas. A pesar del escepticismo de sus padres y abuelos, ellos tenían una determinada convicción: ser médicos al precio que sea. Leé más en la siguiente página
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